La fuerza de lo que decimos y lo que nos decimos
Juan Carlos Fontcuberta, 21.4.2023
¿Qué decimos por las mañanas cuando saludamos a alguien?
Hace años cambié el habitual “𝘉𝘶𝘦𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘪́𝘢𝘴” por un “𝘘𝘶𝘦 𝘵𝘦𝘯𝘨𝘢𝘴 𝘶𝘯 𝘣𝘶𝘦𝘯 𝘥𝘪́𝘢”.
Así expreso un deseo por mi parte y una obligación por parte del otro.
Prueba a decírtelo a ti mismo: “𝘑𝘶𝘢𝘯 𝘊𝘢𝘳𝘭𝘰𝘴, 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘦𝘯𝘨𝘢𝘴 𝘶𝘯 𝘣𝘶𝘦𝘯 𝘥𝘪́𝘢”.
Y es que las palabras son poderosas, tanto las que decimos a los demás como las que nos decimos a nosotros mismos. La forma en que hablas no solo afecta la forma en que otros te perciben, también tiene el potencial de dar forma a tu comportamiento.
Bernard Roth, profesor de Stamford, en su libro “El hábito del logro”, sugiere varios ajustes lingüísticos que pueden hacer que tengas más éxito. Dos de los más sencillos son:
𝙎𝙪𝙨𝙩𝙞𝙩𝙪𝙮𝙚 “𝙋𝙀𝙍𝙊” 𝙥𝙤𝙧 “𝙔” 𝙤 «𝘼𝙐𝙉𝙌𝙐𝙀»
Dejas de generar una excusa y separas dos ideas.
Ahora tienes una solución pendiente y no una justificación que no te lleva a ninguna parte.
“𝘘𝘶𝘪𝘦𝘳𝘰 𝘪𝘳 𝘢𝘭 𝘨𝘪𝘮𝘯𝘢𝘴𝘪𝘰 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘵𝘦𝘯𝘨𝘰 𝘮𝘶𝘤𝘩𝘰 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘰” – Dicho así, creas un conflicto entre las dos ideas y la segunda queda anulada, queda claro que no irás al gimnasio.
“𝘘𝘶𝘪𝘦𝘳𝘰 𝘪𝘳 𝘢𝘭 𝘨𝘪𝘮𝘯𝘢𝘴𝘪𝘰 𝘺 𝘵𝘦𝘯𝘨𝘰 𝘮𝘶𝘤𝘩𝘰 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘰” – Tu cerebro considera la posibilidad de una solución.
¿Cuál de ellas te permite, como mínimo, plantear una solución?:
“𝘔𝘦 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘢𝘳𝘪́𝘢 𝘦𝘯𝘵𝘳𝘦𝘨𝘢𝘳 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘦𝘳𝘤𝘪𝘢𝘭 𝘦𝘯 𝘮𝘢𝘯𝘰 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘵𝘦𝘯𝘨𝘰 𝘶𝘯 𝘩𝘶𝘦𝘤𝘰”.
“𝘔𝘦 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘢𝘳𝘪́𝘢 𝘦𝘯𝘵𝘳𝘦𝘨𝘢𝘳 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘦𝘳𝘤𝘪𝘢𝘭 𝘦𝘯 𝘮𝘢𝘯𝘰 𝘢𝘶𝘯𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘵𝘦𝘯𝘨𝘰 𝘶𝘯 𝘩𝘶𝘦𝘤𝘰”.
𝙎𝙪𝙨𝙩𝙞𝙩𝙪𝙮𝙚 “𝙏𝙀𝙉𝙂𝙊 𝙌𝙐𝙀” 𝙥𝙤𝙧 “𝙌𝙐𝙄𝙀𝙍𝙊”
Así cambia totalmente la actitud que tenemos ante las cosas ya que hace que tomemos conciencia de que todo aquello que hacemos, sea agradable o no, es fruto de una elección.
“𝘛𝘦𝘯𝘨𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘤𝘢𝘣𝘢𝘳 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘪𝘯𝘧𝘰𝘳𝘮𝘦” – Como si alguien te obligara a la fuerza a hacerlo.
“𝘘𝘶𝘪𝘦𝘳𝘰 𝘢𝘤𝘢𝘣𝘢𝘳 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘪𝘯𝘧𝘰𝘳𝘮𝘦” – Porque valoro mucho un trabajo bien hecho y quiero sentirme satisfecho.
“𝘛𝘦𝘯𝘨𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘳 𝘶𝘯 𝘣𝘶𝘦𝘯 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘪𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘥𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘦𝘳𝘤𝘪𝘢𝘭”
“𝘘𝘶𝘪𝘦𝘳𝘰 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘳 𝘶𝘯 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘪𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘦𝘹𝘤𝘦𝘭𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘢, 𝘢𝘴𝘪́ 𝘮𝘦 𝘢𝘴𝘦𝘨𝘶𝘳𝘰 𝘥𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘩𝘢𝘨𝘰 𝘣𝘪𝘦𝘯 𝘵𝘰𝘥𝘰𝘴 𝘭𝘰𝘴 𝘱𝘢𝘴𝘰𝘴”.